Para la mayoría de los profesionales de la salud es virtualmente un axioma que acarrear peso extra constituye una seria amenaza para la salud. La creencia de que el “exceso de grasa corporal es un boleto para la tumba precoz” está tan arraigada en nuestro ambiente médico, que raramente es cuestionada.
Debería ser, por la evidencia científica de los peligros de la obesidad para la salud, un factor de riesgo independiente para enfermedades degenerativas, pero esto está lejos de aclararse. Consideremos, la enfermedad cardiaca. Ciertamente, la presión sanguínea elevada, los altos niveles de colesterol o triglicéridos y la intolerancia a la glucosa son considerablemente más comunes entre hombres y mujeres delgados. Que la obesidad está asociada con éstos problemas de salud es bastante evidente.
Sin embargo, esta asociación no significa que la obesidad sea la causa primaria de las patologías metabólicas. En 1982, Investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública en Helsinki, Finlandia, reportaron que los cambios en la calidad de la dieta fueron mucho más importantes para alterar los lípidos sanguíneos que los cambios en el peso corporal. 54 hombres y mujeres de mediana edad cambiaron sus dietas normales ricas en grasa (39% de las calorías totales provenían de las grasas) por las dietas pobres en grasa (24% del total calórico) durante 6 semanas.
A pesar de que el peso corporal sólo disminuyó cerca de 1Kg, los lípidos sanguíneos cambiaron dramáticamente: el colesterol total redujo de 263 mg/dl a 201 mg/dl en los hombres y 239 mg/dl a 188 mg/dl en las mujeres. Cuando volvieron a sus dietas habituales ricas en grasa, el colesterol volvió a sus niveles iniciales, aún cuando el peso corporal siguió sin cambio, urgiendo a los investigadores a concluir que “los cambios observados se debieron a la composición de la dieta y no a la disminución en el peso corporal”.
Los datos de más de 4500 hombres y mujeres que completaron un programa de 3 semanas con residencia en el Centro de Longevidad Pritikin en Santa Mónica, California, aporta una evidencia aún más convincente que sostiene que es la grasa en la dieta y no en el cuerpo, la que afecta a la salud.
Capacidad Aeróbica más importante que la delgadez.
En términos de perspectiva de longevidad, es más importante estar entrenado que no ser obeso. Si las tablas de altura/peso dicen que está 5 libras más pesado, o aún 50 libras, esto tiene poca importancia, en la medida en que esté físicamente entrenado. Por el contrario, sin ejercicio físico, el ser delgado no asegura en absoluto buena salud y no aumenta las posibilidades de vivir una larga vida.
A pesar de que es cierto que los genes pueden jugar un rol importante en la determinación de la capacidad aeróbica, es poco probable que la capacidad aeróbica genéticamente determinada en forma aislada, sea el determinante principal de la relación entre “Fitness” y mortalidad. La actividad física cumple un papel fundamental. Los beneficios para la longevidad del ejercicio son resultado del entrenamiento, sin cambiar de forma (no ser obeso).
Peso Corporal y Mortalidad
Se ha demostrado que aumentar la actividad física y la capacidad aeróbica, en forma independiente de la disminución de peso, reduce las tasas de mortalidad en mayor grado que la pérdida intencional de peso.
La mejoría de los problemas más comunes asociados a la obesidad (hipertensión, dislipidemia, resistencia a la insulina, intolerancia a la glucosa) puede lograrse a través de cambios en el estilo de vida, independiente de la disminución de peso. La resistencia a la insulina y sus secuelas metabólicas, son las verdaderas culpables de gran parte de la morbimortalidad atribuida al sobrepeso/obesidad. La salud vamos a conseguirla, aumentando la actividad física, la capacidad aeróbica y mejorando la nutrición, que reduciendo el peso.
Información tomada del libro “Cómo vivir cien años”, del Dr. Rafael Velasco Terán, especialista en Medicina anti-envejecimiento.
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